Y se va
De una historia de diario, en un crucero de infierno,
el niño de ojos apagados y de largos sueños,
agua y jabón salpicaban parabrisas, buscando monedas tan sucias como su esperanza.
Ni risas ni lágrimas, sólo un auto más,
como susurrando al viento y perdonando al tiempo,
tierra y sol son la dosis para su delicado cutis,
sube al cofre y la vida le escupe, estira la mano y el niño se hunde.
Camina despacio sin melodía alguna,
se sienta compacto y el mundo lo arruina,
es el niño del crucero uno más o uno menos.
Descalza el alma cubierta la cabeza,
acompañando a la soledad y sonriendo a la tristeza,
y ahí se va muy lento y así se va el tiempo.
El sol no perdona pero el rigor es el hambre,
tal vez es el juego que se paga con la vida,
si los dientes negros si los ojos tibios,
yo lo vi durmiendo, durmiendo cuando camina;
brillaba su mente y seguía durmiendo,
duerme en el camino y duerme con la muerte
es aquel niño que duerme sin silencio.
Sólo sabe leer el rojo y el verde e interpretar el humo en el escape,
duerme ya niño, duerme y espera al despertar sólo el día siguiente.
Y se fue muy lejos y a mí me dejó su recuerdo, el recuerdo de la realidad que construyo.
De una historia triste nació una esperanza, de una rosa de espinas blancas.
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